El libro de Éxodo relata la historia de Moisés, un hombre que Dios utilizó para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Faraón, rey de Egipto.
Usted y yo estamos viviendo en el moderno Egipto que es el mundo que nos rodea o sea que es un hecho que estamos entre personas que no tienen presente a Dios en sus vidas y en los planes que hacen, por lo tanto viven en constante lucha, frustración y pérdida de sus sueños que son tan efímeros y los momentos de alegría son tan fugaces que al final no los tienen en cuenta porque no los han notado.
La gente que no tiene a Dios vive en verdadera esclavitud, pero Él envió a Jesucristo para liberarnos.
Leemos en Éxodo 12:7 lo que sucedió hace mucho tiempo "Y tomarán de la sangre y la pondrán en los postes y en el dintel de las casas..." esto era como señal de protección porque el ángel de la muerte iba a visitar esta tierra; y Dios dio esta orden: que tenían que tomar un cordero perfecto que no tenía que tener ningún rasguño y con esa sangre pintar el dintel de la casa para que cuando pase el ángel de la muerte, al ver la sangre no pueda entrar en esa casa.
Queridos amigos, hay otro Cordero de Dios, que fue inmolado ¡Cristo Jesús! El Cordero que quita el pecado del mundo, que vino a salvarnos de la muerte eterna, en la cual habíamos estado marcados.
Jesucristo tiene vida eterna y debemos aceptar el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario y aceptar esa sangre derramada sobre la puerta de nuestro corazón, para que podamos tener vida, paz, salud y la esperanza de la vida eterna. Aunque ese sacrificio sucedió dos mil años atrás tiene poder hoy y es eficaz.
Cristo: Tú eres mi ejemplo, mi Propiciación, mi Salvador y mi fortaleza. Eres Tú, Cordero de Dios, quien tomaste mi lugar en la cruz. Con honestidad confieso que eres mi vida, y que el Calvario me hace agradable a los ojos del Padre. Amén.

Marfa Cabrera