Cuando escucha la palabra "amable", ¿qué es lo primero que viene a su mente? Seguramente que piensa en alguien agradable, complaciente, que produce paz y armonía donde se encuentra, precisamente. 


Cuando hay amabilidad y buena disposición entonces se crea una atmósfera donde trabajar y convivir es un placer. Por el contrario, si estamos siempre tensionados, en actitud de desconfianza, y a la defensiva el resultado será irritación, nerviosismo y agotamiento.

Nosotros como hijos de Dios que hemos sido iluminados con la luz de Jesucristo y dado que Su paz gobierna en nuestros corazones, podemos de verdad ser aquellos hombres y mujeres que pueden ser "amables". La amabilidad debe ser para los hijos de Dios una forma de vida o sea una santa costumbre.

La Sagrada Escritura dice: "amables mostrando toda mansedumbre para con todos", o sea que la responsabilidad cae sobre aquellos que hemos conocido el poder de Jesucristo, y hoy podemos demostrar una nueva vida.

Propongámonos con la ayuda del Señor a ser amables con todos, agradables y corteses en nuestro trato diario, demostrar genuino interés por los que nos rodean y veremos que esta conducta obrará maravillosos cambios no sólo en nuestras relaciones, sino también en nuestro estado de ánimo y en nuestra salud.
Por Marfa Cabrera