Algunas personas se convierten en víctimas, culpan inmediatamente a “otros” por su tragedia.


Algunas personas se cierran, sintiéndose indefensas y abrumadas. Algunas personas se enojan y lastiman a todo aquel que está cerca. Otras, sin embargo, buscan dentro de sí mismas y encuentran maneras de manejar la adversidad. Eventualmente hacen que las cosas salgan bien.

Estas últimas confían, buscan a Dios, internamente saben en lo profundo de su interior que solas no pueden, es esa fortaleza Divina la que sustenta la vida bendecida.

"Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan,pero los que esperan en el SEÑOR renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán. Isaias 40:30,31