Los problemas nos asaltan, irónicamente, cuando todo parece ir bien. ¿Le ha ocurrido que justo cuando se encontraba más feliz, surgió al paso un obstáculo? Sin duda que sí, ya que a todos nos ha pasado. Algunas dificultades las provocamos por nuestra imprudencia y en otras ocasiones, obedecen a factores externos.
David estaba haciendo bien su trabajo, gobernando a Israel; sin embargo sus enemigos, los filisteos, vinieron a atacarle: “Cuando los filisteos se enteraron de que David había sido ungido rey de todo Israel, movilizaron todas sus fuerzas para capturarlo; pero le avisaron a David que venían, así que salió a su encuentro. Los filisteos llegaron y realizaron una incursión en el valle de Refaim.”(1 Crónicas 14:8, 9. Nueva Traducción Viviente)
Debido a surgimiento de problemas como consecuencia de factores externos, es necesario estar preparados y saber enfrentarlos. Es un principio que aplicó en su vida el rey David. Tenía muy claros dos elementos: el primero, no hay problema que no tenga solución, y el segundo, los problemas hay que encararlos, no rehuirles.
Dios nos ayuda a superar los problemas
¿Cuál es el mayor problema? No es un juego de palabras, pero permítame plantearlo de la siguiente manera: el problema estriba en que, para enfrentar las dificultades, confiamos más en nuestras capacidades que en el poder de Dios.
Ahora, si Dios ocupa el primer lugar en nuestra vida, nos guarda. Él sabe cómo advertirnos de los peligros. Ahora, como lo hacía el rey David, que tenía muy claro en qué Dios confiaba, usted y yo no podemos permitir que los problemas derrumben nuestro mundo interior y exterior; los problemas debemos llevarlos a Su presencia, en procura de ayuda: “Entonces David le preguntó a Dios: — ¿Debo salir a pelear contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos? El Señor le contestó: —Sí, adelante. Te los entregaré.”(1 Crónicas 14:10. Nueva Traducción Viviente)
El principio es claro: Debemos entregar los problemas en manos de Dios. Cualquier decisión que vayamos a tomar, es necesario someterla en Sus manos. ¿La razón? Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra vida y en todo cuanto hagamos y Él debe ser nuestro principal orientador en cualquier decisión que tomemos.
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