Asusta el silencio y asusta la celebración

"Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos."Eclesiastés 9:11

Vivimos tiempos de poco silencio, asusta la espiritualidad, y andamos siempre en la superficialidad de las cosas y de las relaciones. Se reflexiona poco, se vive el presente para disfrutarlo, y también se vive mucho para tener, en vez de ser. Los nuevos ídolos como el trabajo, el dinero y el éxito han apagado esa necesidad del ser humano de construir la propia historia personal, y eso nos distrae también del encuentro sosegado con Dios. Se dejan las cosas religiosas para momentos puntuales en los que la gente celebra una boda, asiste a un bautizo o a un funeral, y luego comenta la celebración o la liturgia de la misma manera que se puede comentar la película al salir del cine.

Pero, si uno sabe abrirse al silencio, acaba por recibir una respuesta. Ésta sobreviene como un estado interior distinto del que se tiene habitualmente. Se trata de una alegría interior, una paz profunda y una gran libertad que le hace a uno sentir que hay Alguien que acompaña su vida.

Igualmente necesitamos espacios para compartir nuestros proyectos personales y celebrar juntos lo cotidiano y lo especial. Hay que buscar momentos de familia, fechas especiales, crear hábitos o tradiciones de ocio, espirituales o solidarias. Contar las dudas y tentaciones que se tienen de abandonar el propio proyecto personal y las ofertas seductoras que se reciben. La familia se fortalece y se hace bloque común al compartir los mismos valores y estilo de vida. Las alegrías y las dificultades que conlleva la vida de toda persona se hacen más fáciles cuando son compartidas y celebradas, es contando con la presencia de Dios en nosotros en los buenos v en los malos momentos.
Por Mari Patxi Ayerra