No llores

 “Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”. Lucas 7:11 (RV 60)

Allí, en medio de tanto dolor, aparece el Salvador del mundo, se le presenta a ésta mujer, ante su vida, y dice la Biblia, que sintió compasión por ella e hizo detener el féretro y le dijo: “no llores”, y al decirle, no llores, le estaba diciendo, le estaba profetizando: ¡algo positivo pasará en su vida, algo grande acontecerá, no llores más!

Asimismo, el Señor le dice a usted amigo lector hoy: “no llore, enjugue sus lágrimas porque ya ha pasado el tiempo de su dolor, ahora llega el tiempo de la bendición”. “No llore”, le dijo a la mujer. Luego se acerco al ataúd, la gente se detuvo y Jesús le habló al joven que estaba allí muerto.

Quiero decirle, amigo, hermano, que Jesús, en éste pasaje, le habla a las circunstancias. Él le dijo: “joven levántate” y el que había estado muerto, se levantó. El joven comenzó a hablar, y Jesús lo entrego vivo a la mamá. Aquella mujer regresó feliz a su hogar, ya no sola, sino con su hijo amado.

Ésta es la historia de una mujer anónima, que iba a enterrar a su hijo, pero que al encontrase con Jesucristo, su vida cambió. En vez de regresar sola a su casa, como era lo que debía ser… volvió con su hijo vivo a casa, porque Jesús le resucitó. De ella no aparece su nombre, solamente se habla de la viuda de Nain, quien halló misericordia ante los ojos de Dios.

El Señor dejó plasmada en la palabra, ésta historia para usted, y hoy es a usted a quien Dios le dice: “le detengo para bendecirle, para poner mi gloria sobre usted. Le detengo para restaurarle, para calmar su dolor y su tristeza. Le detengo para enjugar sus lágrimas”.
Por: El Devocional en Facebook