Es habitual, en nuestras reuniones, tomar un momento para dar testimonio. O sea, compartir públicamente lo que Dios ha hecho en la vida de tantas personas. 


Creemos que el testimonio público tiene dos finalidades: 1º.- Inspira la fe del que oye y tiene una necesidad. Surge en su mente la convicción de que si Dios lo hizo por otros, también lo hará por mí. 2º.- Alienta al Siervo de Dios que ha llevado la Palabra, ministrando u orando por esa persona o necesidad, a seguir la tarea sabiendo, por medio de ello, que el trabajo en el Señor no es en vano. 

Cuando contamos lo que Dios ha hecho en nuestra vida, ya sea que lo hagamos en las reuniones o en el trabajo, con nuestros vecinos o familiares, en la escuela o aprovechando cualquier oportunidad, no podemos medir el alcance de bendición que pueden tener nuestras palabras.

El salmista David escribió: Oíd, pueblos, escuchad todos. Los demás oyen y escuchan sólo lo que usted dice. Por eso, permítame alentarle a buscar hoy una oportunidad para compartir con alguien lo que Dios ha hecho en su vida. Contar lo experimentado es revivirlo y revivirlo es gozarse nuevamente en el Señor y en Sus abundantes bendiciones. Hable hoy del poder de Dios manifestado en su vida y los demás; al oírlo, se inspirarán para creer y recibir, y juntos podrán alabar a Jesús. Decídase hoy a contar las grandes cosas que Dios ha hecho por usted. Por Marfa Cabrera