El mejor remedio contra el temor es la FE. Jesús dijo a Sus discípulos: ¡Oíd...escuchad! Hay una sensación de urgencia en Sus palabras. Esa es una de las razones por las cuales habló en parábolas. No había tiempo para largos discursos. Usó breves frases y comparaciones para revelar Su enseñanza.
A veces ponía notas de exageración en Sus dichos para captar la atención de Sus oyentes o, tal vez, para despertar sus conciencias adormecidas. Después se iría rápidamente por el camino dejando la semilla de Su palabra en sus corazones. Ellos debían cultivar la semilla sembrada. Dependía mucho de ellos.
Por eso Jesús también les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. Pero, por otro lado, se le planteó a Jesús porqué hablaba en parábolas. Y aunque Su explicación aún hoy nos suena un poco extraña, El concluyó con aquella hermosa afirmación: Bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
A la verdad no todo lo que miramos lo vemos realmente. Cuando vamos por una ruta vemos edificios, árboles, carteles, personas, pero no discernimos todo lo que pasa frente a nuestros ojos. Sólo una pequeña parte entra a nuestro cerebro. Nos hemos condicionado para ver sólo aquellas cosas que nos interesan o nos gustan. Lo demás lo rechazamos inconscientemente. Las parábolas son historias cortantes que abren nuestras pupilas espirituales.
Leámoslas y pidamos al Espíritu Santo que podamos discernir sus enseñanzas y, a la vez, agradezcamos al Señor por la riqueza espiritual que ellas encierran. Por Marfa Cabrera
