¿Pensó usted alguna vez que Jesús nos mira con compasión? Cuántas veces, en medio de la lucha cotidiana, en el afán de progresar y lograr una posición desahogada para nuestra familia, en el deseo de criar los hijos para que lleguen a ser hombres y mujeres de bien, felices, con un buen porvenir, tropezamos con obstáculos.
En muchos casos, cuando pensamos todo con esmero y nos hemos hecho un plan, de repente el "castillo" se desmorona y vemos los sueños hechos mil pedazos a nuestros pies. Cuando la vida nos golpea con un fracaso económico, una enfermedad larga, incurable o costosa, cuando se divide el matrimonio o el hogar se deshace, en esos momentos nos sentimos solos, olvidados, rechazados, inútiles.
Es justo allí cuando Jesús está más cerca que nunca de nosotros; es entonces cuando Su compasión fluye hacia nuestro ser y Su mano se extiende para acariciarnos. El toque de Su mano herida transforma en miel la amargura, en gozo la tristeza, en tibieza el frío de la soledad, en armonía el desastre que nos rodea. Reciba ahora mismo el toque del Señor. El es real y está allí a su lado, mirándole con compasión y amor.
Por Marfa Cabrera
