Seguramente que habéis experimentado alguna vez la complacencia que dan estas historias de venganza. El cine está lleno de ellas; el oeste es un lugar y escenario típico para este tipo de experiencias. Cuando alguien sufre una ofensa terrible, hay un enorme acto vergonzoso de crueldad, inmediatamente vemos que surge la historia de esa búsqueda de venganza. Y quién no ha sentido una cierta complacencia cuando finalmente en estas historias, el que ha hecho tan grande mal, recibe también lo mismo que él ha realizado.
Nuestro corazón se complace en el ansia de venganza y es por esto que la palabra de Dios enfrenta aquí al acabar este capítulo 12 un problema real en nuestras vidas. Todos, naturalmente, por instinto, sin necesidad de que nadie nos enseñe, cuando recibimos mal, lo que queremos es devolver ese mal que nos han hecho. Y quien no lo reconoce así no conoce su corazón.
Cuántas personas hay que acarician ese sueño, esa ilusión, que se complacen en sus camas con el pensamiento de cómo poder devolver ese mal que han recibido. La capacidad de resentimiento que el ser humano tiene es increíble. Vemos que aunque las circunstancias a veces no lo permitan el ser humano siempre busca devolver ese mal con otro mal. Y por lo tanto lo que Dios nos presenta aquí en su palabra es algo que humanamente, naturalmente, ninguno de nosotros puede hacer. Pero es la vida de la cual nos habla el Señor Jesús. http://www.entrelineas.org