Dios, en Su gran amor sigue ofreciéndonos el mejor regalo.

En estos momentos cuando celebramos la Navidad no podemos dejar de pensar en el Señor, en lo que El vino a hacer; de reconocer que el plan de Dios nunca cambió, nunca se desvió Dios de Su propósito, a pesar de que la humanidad le dio la espalda.

Vemos las navidades, incluso la que estamos próximos a celebrar y rápidamente podemos concluir que, el hombre sigue desviado, perdido, descarrilado, cada cual por su camino; pero aun así, Dios, en Su gran amor sigue ofreciéndonos el mejor regalo. Sigue ofreciéndonos ese sacrificio donde Cristo derramó hasta la última gota de sangre. Sigue dándonos la oportunidad de aceptarlo a Él y junto con esa aceptación recibir todo lo que tiene para cada uno de nosotros. Se abre un camino nuevo y vivo a la presencia de Dios, podemos experimentar esa paz que hablaban los ángeles cuando anunciaron Su nacimiento: ¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz y buena voluntad para con los hombres! Esa misma paz inunda nuestro ser y nos hace embajadores de paz, creo que tenemos que reconocer lo grande del amor de Dios; Su misericordia, Su perdón, el alto precio que se pagó, por ese perdón que recibo simplemente por abrirle a Jesús mi corazón.

Cuando Jesús vino a la Tierra no estaban preparados para Él y terminó naciendo en un pesebre; como Rey tendría que haber nacido en un palacio, pero lamentablemente nadie estaba listo para Él. Y nace en pesebre atrás de un mesón.

Mi oración es que este año haya lugar en tu corazón para poner a Jesús en el terreno más importante, como aquel que tiene el lugar de preeminencia. Que en vez de enfocarte tanto en la celebración, en los regalos, en los paquetes, en las decoraciones, que puedas hacer una pausa para honrar a Jesucristo y que al hacerlo puedas ver que, cuando ‘buscamos primero el Reino de Dios y Su justicia, todo lo demás se nos añade’ (Mateo 6:33).

Tal vez en esta crisis que estamos viviendo pienses que los regalos de este año no serán como los del anterior… déjame decirte si pones a Jesús primero, todo lo demás (la alegría, la dicha, la comunión, la intimidad, la celebración), todo eso te será añadido.

Por eso es que te invito a que busques al Señor, Su rostro, Su intimidad, que busques honrar al Señor. No lo dejes de lado, no lo dejes relegado; no dejes a Jesús afuera en el ‘pesebre’ mientras celebras en el ‘mesón’; que Jesús tenga el lugar de honor, de preeminencia en tu celebración.

Es una decisión que podemos tomar que marcará una Navidad diferente, una Navidad más plena, más llena de gozo, de alegría. Una Navidad que tendrá un propósito, porque cuando Cristo está en mi corazón y le doy un lugar de honor, hasta mis seres queridos que no lo conocen podrán ver el cambio en mí y la paz que inunda mi ser. Y eso hará que me pregunten y pueda darle la respuesta: ese cambio, esa paz, es a causa de ese Jesús, ese Príncipe de paz, ese Dios que nace y está conmigo y puede estar en cada corazón, en cada mesa celebrando junto a nosotros.

Que hoy le puedas decirle:
Señor: quiero que inundes mi celebración con Tu paz, con Tu presencia. Quiero una Navidad diferente, quiero una Navidad llena de Tu Espíritu, una Navidad en la que seas el centro de la conversación, y podamos recrearnos y gozarnos por todo lo que has hecho por cada uno de nosotros. Esta Navidad te la quiero consagrar a Ti; ya desde los preparativos, desde lo principal, lo primero, lo primordial, quiero que ese sea Tu lugar en esta navidad. Que tengas el lugar de honor en mi mesa, en mis conversaciones, en mis relaciones. Jesucristo, Príncipe de paz, regalo de Dios al mundo, haz de ésta una Navidad diferente para mí, te lo pido en el Nombre de Jesús. Amén y amén.
Por Omar Cabrera