Dice un viejo refrán que “Todos los caminos llevan a Roma”. Esto es sólo una forma de hablar. La verdad es que en el mundo real sólo hay una manera de hacer las cosas y todas las demás están equivocadas?? Por eso es que debemos considerar nuestros caminos: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).


Así como no todos los caminos llevan a Roma, tampoco todos los caminos nos llevan a Dios. El hecho de que muchas personas sigan uno u otro camino, o que ese sea el camino que nuestros padres hayan seguido, no significa que por eso sea el camino correcto (es decir, que nos lleve a Dios): “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son las que la hallan” (Mateo 7:13,14).
En realidad, el único camino que nos lleva a Dios es Jesucristo: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Si queremos acercarnos a Dios, debemos seguir a Cristo. Pero esa es nuestra propia decisión. Nadie puede tomarla por nosotros. Es algo que depende únicamente de nosotros ya que ante Dios somos responsables de la decisión que tomemos.

Debemos tomar nuestras propias decisiones
Hay ciertas cosas que nuestros padres escogieron por nosotros, como nuestros nombres, pero debemos entender que somos seres independientes de ellos y que no podemos basar nuestra fe en lo que ellos creyeron: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29).
La Biblia nos muestra que es la voluntad de Dios que cada uno de nosotros tome su propia decisión, porque a fin de cuentas cada uno tendrá que asumir las consecuencias de aquella decisión que haya tomado: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.  Mira que yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; escoge pues la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 11:26,28; 30:15,19).
Sólo nuestra propia fe puede reconciliarnos con Dios
Estos son tiempos peligrosos: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuere posible, aún a los escogidos” (Marcos 13:22). Es por eso que debemos tener muy presente que el único camino para llegar a Dios es Jesucristo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1ª Timoteo 2:5). Nuestra esperanza es precisamente ésta: “Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá” (Ezequiel 18:21).

Sin importar cuál haya sido la fe de nuestros padres, lo importante para Dios es cuál es nuestra fe. En cierta ocasión una mujer que padecía se acercó a Jesucristo buscando alivio para sus males; la respuesta que Él le dio es muy importante para nosotros, porque demuestra claramente que no importa la fe de los padres de uno, sino la fe que uno mismo tenga: “Y él (Jesucristo) le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (Marcos 5:34). Lo importante para Dios es que sea nuestra propia fe y nuestra propia decisión ya que los únicos que tendrán que atenerse a las consecuencias somos nosotros mismos.
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