Cuando te viene a la mente el nombre de alguna persona, te viene un pensamiento acerca de ésta. Si yo te digo: “Sadam Hussein”, tú piensas en la horca; si te digo: “Maradona”, piensas en fútbol, drogas, idolatría. Cuando tu nombre se menciona, también les vienen pensamientos a los demás. ¿Qué provoca a las demás personas cuando mencionan tu nombre? Cada uno de ustedes, su nombre provoca un pensamiento en las otras personas. Igual pasa en la mente de Dios, y le viene un pensamiento: “quiero hacerle bien, cómo lo puedo bendecir”.
El dice: “Ya sé, tengo este plan”. Algunos de ustedes se avergüenzan de lo que otros podrían pensar de ustedes mismos, pero cuando tu nombre llega al trono de Dios, no es motivo de vergüenza, sino de un pensamiento de paz y de bien. Dios dice: “¡Cuánto quiero bendecir a este mi hijo!”.
Cierra los ojos y empieza a soñar; los sueños son el lenguaje del Espíritu Santo. Mira a tu hijo, tal vez tienes problemas con él; míralo cómo te pide perdón, cómo te abraza; mira tu empresa cómo es bendecida. Dios dijo: “Mis pensamientos no son los tuyos”. No dejes que eso te pase hoy, ponte a pensar cómo Dios piensa. Cierra tus ojos y empieza a ver tu casa; algunos necesitan pagarla; mira esa hipoteca pagada. Algunos piensan en la casa de sus hijos, deja que el espíritu te diga, y empieza a hablar lo que tú estás soñando.
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