Nuestras manos. . . ¡Cuán importantes son! No emiten sonido, pero cuánto dicen. Cuando no hay palabras para lo que sentimos, podemos decirlo con un apretón de mano.Nos identificamos con el dolor de
un amigo, dándole la mano; festejamos el encuentro, saludándonos con las manos.
Qué significativo cuando alguien
dice: 'Gracias por darme una mano', "La mano que me diste me sacó del
pozo". No siempre podemos explicar lo que sucede, en algunas ocasiones ni
nosotros lo entendemos, pero necesitamos una mano tierna y firme, llena de
amor, que brinde un apretón, una caricia que nos levante o nos guíe.
Cuando atravesamos una situación
difícil, necesitamos la mano del mejor de los amigos: La mano de Jesús. No es
tan importante saber lo que sucede o en qué terminará todo; lo importante es
tomar Su mano siempre extendida.
Una señora contaba que, cierta
vez, atravesando un trance muy difícil, hizo un viaje en ómnibus. "Me
sentía sola y necesitaba tanto que alguien tomara mi mano y, aprisionándola por
unos momentos, me transmitiera valor y fuerzas. Miré por la ventanilla, había
una luna hermosa y el paisaje se veía precioso y platinado, entonces clamé con
toda mi alma" Jesús, tómame de la mano". Y de repente, me sentí
acompañada; ya las lágrimas no eran de dolor, sino de alivio".
Señor Jesús: En medio de las
circunstancias que me rodean, de mis limitaciones y fracasos, tómame la mano. No
quiero entender el hoy, ni saber qué traerá el mañana; sólo necesito sostenerme
de Tu mano. Me dará seguridad y fuerzas. Gracias, en Tu Nombre. Amén.