La oración es fundamental en la vida del cristiano. Cuando el ser humano experimenta el nuevo nacimiento se establece una comunicación con Dios. Y ese vínculo se alimenta a través de la oración.
Es bueno aprender desde el comienzo que orar es mucho más que la repetición de palabras. La oración tiene que llegar más profundo y debe afectar nuestra vida interior y, por consiguiente, los resultados deben manifestarse en nuestro actuar.
Una persona no puede pedirle a Dios que le sane de sus enfermedades y luego pensar y hacer cosas que le enfermen. Junto con la oración debe liberarse de vicios, malos hábitos y ansiedades y abrirse confiadamente al poder sanador de Dios para que fluya con libertad.
Si alguien pide justicia, no puede hacer cosas que causen rencor y amargura; al contrario, debe demostrar un espíritu perdonador y armonioso. Si ora pidiendo prosperidad, debe liberarse de todo pensamiento de pobreza y de cualquier actitud de escasez, miseria, limitación, temor, y creer que la superabundancia divina es una realidad en su vida.
Cualquiera sea la oración o petición que se eleve al Padre, es necesario que quien ora sea consciente de que Dios contesta la oración no sólo de los labios sino, por sobre todo, del alma, con todas las fuerzas, con todo el ser. Poniendo el corazón y la voluntad en lo que pide.
Usted también, ore con esa determinación y prepárese para ver los resultados en su vida y en la vida de aquellos por quienes eleva su plegaria.Por Marfa Cabrera
