Uno de los eventos más importantes en la vida de todo cristiano es la muerte de Jesucristo en la cruz; sin el mismo no tienes cristianismo. Es lo que nos identifica, define y diferencia de otras religiones o creencias en el resto del mundo.
Después de todo, ningún líder de otra religión ha muerto por los pecados de su pueblo y resucitado de la muerte para dar vida eterna a aquellos que depositen su fe en El. Es por esto que, siendo la crucifixión de Cristo un evento tan definitivo para la fe cristiana, es lamentable que muchos cristianos hoy en día no aprecian/ le dan el valor que se supone a este evento. Lo cual es sorprendente, considerando que sin el mismo todavía estaríamos muertos en nuestros delitos y pecados, en deuda con un Dios airado con nosotros por nuestras faltas y aguardando condenación eterna.
La mayoría de los creyentes hoy en día no aprecian la muerte de Cristo como se supone porque simplemente no entienden la magnitud del evento, o las razones por las que el mismo era necesario para nuestra salvación.
Por supuesto, en términos generales ellos saben que Cristo murió por ellos, pero si escudriñamos un poco más profundo con preguntas tales como ¿porque tenía que suceder de esta manera? o ¿que Cristo logro exactamente al morir en la cruz?, entonces la dinámica cambia.
Es mi convicción que un entendimiento no superficial del sacrificio de Cristo en la cruz (y todo lo que conlleva el mismo) nos lleva como creyentes a apreciar el mismo de mayor manera y como resultado a vivir vidas que reflejen lo que Cristo ha hecho por nosotros. Es por eso que para poder entender (y valorar) mejor el sacrificio de Cristo, en esta entrada vamos a enumerar cuatro cosas que Cristo logro en la cruz por nosotros.
1. En su sacrificio Cristo fue nuestro substituto. Debido a que Dios es santo y nuestro pecado es una afrenta al creador y sustentador del universo, lo que merecíamos era castigo eterno y condenación por el mismo. Y debido a que no hay hombre justo y que no peque en la faz de la Tierra (Eclesiastés 7:20), todos teníamos que pagar la deuda por nuestros pecados. Para hacer las cosas mas dificiles, la Biblia habla de que sin derramamiento de sangre no hay remisión de mi pecado (Hebreos 9:22) y que la sangre de machos cabríos u otros animales no tenían el poder para salvar a nadie (Hebreos 10:4), por lo tanto no podíamos ofrecer algún sacrificio de los mismos para librarnos del yugo y la deuda del pecado. A causa de esto de no teníamos escapatoria y lo que nos esperaba era el justo juicio y la ira de Dios. Sin embargo, en la cruz del calvario Cristo se ofreció como substituto en nuestro lugar y tomo el castigo de nuestros pecados, haciéndose pecado por nosotros, para que nosotros fuéramos hechos justos (2 Corintios 5:21) en aquel que no poseía pecado alguno.
2. En su sacrificio Cristo fue nuestra propiciación. El termino quizás suene a “palabra de domingo” e incomprensible para muchos creyentes hoy en día, sin embargo es una de las realidades más importantes de lo que Jesús logro en su sacrificio. En términos generales, podríamos definir la palabra “propiciación” como aquel acto que cambia/afecta la disposición de algún tipo de deidad y la mueve de una de desagrado o ira, a una de agrado y aceptación. La Biblia nos muestra que a causa de nuestro pecado no solo somos enemigos de Dios, sino que la ira de Dios está sobre nosotros (Juan 3:36; Romanos 1:18; Efesios 2:3). Sin embargo, en su sacrificio en la cruz y al pagar el precio de nuestros pecados, Cristo se convierte en nuestra propiciación (1 Juan 2:2), cambiando la disposición de Dios de una de ira y juicio, a una en la cual podemos llamarle Padre.
3. En su sacrificio Cristo fue nuestra expiación. Aunque el término suena similar a lo que discutimos anteriormente (y muchas veces se utilizan ambos de una manera intercambiable), ambos reflejan aspectos diferentes de lo que Jesús logro en la cruz del calvario. Mientras que como nuestra “propiciación” Cristo cambio la disposición de Dios hacia nosotros de una de ira a una agradable a Dios y nos reconcilia con él, como nuestra “expiación” Cristo satisface las demandas legales que conllevaba nuestro pecado, cancelando nuestra deuda con Dios por el mismo. La Biblia nos dice que como el pecado es un acto de rebelión en contra de Dios, que la paga del mismo es la muerte (Romanos 6:23). Y como nadie puede llevar una vida de obediencia perfecta a la ley de Dios, todos somos participes de esa deuda. Sin embargo, debido a que Jesús si vivió una vida en perfecta obediencia a Dios, al ofrecerse como nuestro substituto, su sacrificio es suficiente para cancelar la deuda de nuestro pecado para con Dios (Colosenses 2:14) y hacernos libres.
4. En su sacrificio Cristo fue nuestra victoria. Humanamente hablando, la muerte de Cristo puede aparentar ser la derrota más grande de Dios en su plan de redención de la humanidad. He aquí que el salvador del mundo ha llegado y…fue crucificado injustamente por los líderes religiosos de la época. Aun hoy en día, muchos pensarían que el caso de Cristo es simplemente un caso trágico en donde un hombre murió por sus convicciones. Sin embargo, la Biblia nos revela que en su muerte Cristo no fue un mártir, una injusticia o una víctima, sino que fue nuestra victoria. En su muerte Cristo desarmo por completo a Satanás y sus huestes, triunfando sobre ellos en la cruz del calvario (Colosenses 2:15; Hebreos 2:14-15). No solo eso, sino también triunfo sobre el pecado y la muerte, dándonos victoria sobre los mismos y librándonos del yugo que nos condenaba. Es por esto que el apóstol Pablo puede decir confiadamente en 1 Corintios 15:55-57: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Más gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. “
Fuente: https://bajolaluzdetuverdad.